sábado, 24 de febrero de 2018

Perlas dentro de ostras en mares profundos: sobre la identidad y el rol.

No ocurre en todas las partidas, por supuesto. Pero en algunas mágicas, en aquellas donde uno se sumerge en su personaje de un modo distinto, profundo, existe la posibilidad de encontrar de improvisto perlas preciosas. 

La interpretación de personajes para jugadores y Dj es todo un dilema. No somos pocos los que nos repetimos como un mantra que esto no es teatro, y que la diversión no se basa en la inmersión o en la identificación radical en el personaje, sino en compartir la mesa de juego y las aventuras con amigos o, al menos, con apasionados como tú. 


Existe el metajuego que, como el uso del sistema de juego, nos invitan a salir a la superficie a respirar realidad, a salir de la inmersión interpretativa y volver a tu yo, que nunca se ha ido del todo, y a comentar con los demás lo bien que lo estás pasando. O al menos es lo deseable. 
Estas dos formas de emerger a la realidad son, para mi, las dos más comunes, pero hay muchísimas más: desde el móvil al repartidor de pizza, por no hablar de la simple mente que, con su cháchara ilimitada, no para de canturrear que somos lo que somos, y opinamos lo que opinamos.


Dejar de ser yo para ser un personaje no depende de factores como que no me guste ser yo, me guste mucho mi yoismo o necesite liberarme de mi vida unas horas. Depende de una seria preocupación en dotar de, a través de la imaginación, flexibilidad a la identidad. 

Por ello la identidad nunca es desplazada ni sustituida. No porque no se pueda, sino por nuestro mantra: esto no es teatro. Del mismo modo que con una cara elástica se pueden imitar muchas caras, con una identidad elástica se imitan muchas otras. Hasta el punto diría yo, de poder perder las referencias originales. 

Esta pérdida de referencias podría parecer malsana, pero es todo lo contrario. Es una de las más hermosas claves que, para mi, tiene la interpretación rolera: asumir la pérdida de control. Y es que hay todo tipo de interrupciones, como dije antes, que se encargan de hacernos respirar, de sacarnos a la superficie. Por ello los roleros y roleras, a mi entender, desarrollamos la facultad de entrar y salir rápido de los personajes. Hacemos breves inmersiones. De ahí la similitud con el buceo a pulmón y la metáfora donde: inmersión = interpretación, profundidad = caer dentro del personaje, mar = ficción, capacidad pulmonar = flexibilidad de la identidad. 
Vamos profundo y salimos, perdemos el control y lo retomamos a gran velocidad. ¿Por qué? Bueno, porque llevamos muchos años haciéndolo y nos apasiona. Y todo lo que suma pasión+repetición, por sí mismo mejora.

Cuando juego me sumerjo en la ficción lo más profundo que puedo, al menos lo hago si esa es la base de la diversión de la partida. Otras veces la diversión está en jugar en la orilla, o en nadar juntos por la superficie. Otras en hacer castillos de arena con regimientos de soldados y vivir aventuras ahí, entre nuestras construcciones, sin necesidad de tocar siquiera el mar. Todo mola, todo es rol.

Tanto la diversión como la inmersión son abstracciones complejas, llenas de recovecos donde se ocultan tortuosos descubrimientos. Pero perlas solo hay debajo del mar, solo en zonas profundas, de esas que a veces ponen al límite tus pulmones. Áreas oscuras donde también habitan monstruos.

Podríamos decir, forzando la metáfora, que hay todo un ecosistema distinto a la realidad bajo la superficie del mar. Un ecosistema discreto pues, como pasa con el mar, solo se percibe al zambullirse.

Cuando interpreto a un personaje muchas veces este me arrastra. Conecto de algún modo con su identidad simulada. Encuentro diversión en ello y por eso lo hago. Disfruto interpretándolo, improvisándolo y descubriéndolo mientras lo juego. Me pasa igual cuando, como Dj, interpreto una sociedad, una ciudad  o a personajes secundarios que pretenden definir los arquetipos sociales que dan marco a la ambientación donde se juega.

En ambos casos, en esas improvisaciones, cuando parece que la boca va más rápida que la mente y los filtros de identidad desaparecen, cuando lo que los demás puedan valorar de mi yo auténtico se desdibuja, porque el estado de diversión me lastra a lo más profundo que pueda alcanzar, es cuando aparecen las perlas. 

¿Qué son?

Es una pregunta jodida.

Creo que son fragmentos de mi mismo, trocitos de Sirio que no se atreven a salir en el mundo real porque los paradigmas sociales y el laberinto propio lo impiden. O quizá solo porque no se han dado las circunstancias para que salgan. De pronto te ves interpretando cosas relacionadas con el amor, la pérdida, los padres, las emociones, opinando sobre el machismo, la culpa, la envidia, la lujuria, la amistad, las esperanzas, la traición, la justicia… y sobre todo tipo de cuestiones más o menos triviales que, en realidad, son la realidad. 
Las pescadoras de ostras Ama de Japón. Una inspiración a muchos niveles.

Entonces descubres que parte de esas opiniones, son tu opinión real, y tú sin saberlo. 

Esas perlas son trozos de mi que se revelan quizá por sentirse seguras tras el baile de máscaras. Lo hacen sin que yo medie, no decido que aparezcan, no tengo control sobre ellas. Solo aparecen. Es imposible para los demás distinguirlas, sin duda. Entonces ¿por qué aparecen? Siento que para que yo las descubra.

Puede ser una locura pseudopsicológica. No lo descarto. Un estilo cognitivo que me incline a buscar argumentos que superlativicen el rol. Ya me lo haré mirar. Por ahora, sea como sea, pensar en ello también me divierte.

Pero una perla no es fácil de pescar, ¿verdad? Tampoco de abrir. Suelen venir recubiertas de una coraza dura de la ostia. Viva de hecho. No es una bolita brillante que llame la atención en el fondo marino. Es una lapa camuflada en su entorno. Hay que meterle atención al asunto para darse cuenta de cuando ha pasado una por delante.

Durante las partidas jugadas me he sorprendido mucho con muchas de esas perlas. Ahora con el rol online, me sorprendo más. Al revisionar alguna de las partidas y ver lo que digo desde mi personaje… me es imposible ignorar que salen a la luz grandes verdades de mi mismo. Sobre todo aquellas oscuras y lamentables, tristes y reflexivas. Las que tienen que ver con la debilidad propia y la escoria que cargamos. El pasado irresoluto, los quistes que provoca no haber comprendido cosas dolorosas ya remotas en la linea del tiempo.

Supongo que cada persona construye sus propios caminos para redescubrir esas cosas. El mio es el rol. O uno de los más importantes en mi vida. Y cada perla que descubro por sorpresa, uno de los regalos más maravillosos e íntimos que me retribuye esta afición.

El otro, y el más importante, es disfrutar al lado de compañeros y compañeras de ficción.

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